El primer encuentro fue a través de una vitrina. En alguna de esas inolvidables librerías que obsesionan nuestro pasado, cuando leer es agarrar el mundo como a trompadas y con inagotable sed. La librería podría haber sido Regalibros, con la inigualable belleza de Ana Cristina; el año fue ciertamente 1981, y Bogotá la ciudad. El libro, uno más entre los destacados en la vitrina, era la recopilación de los artículos costeños de Gabriel García Márquez, y como editor firmaba Jacques Gilard. «Ni ...